sábado, 17 de diciembre de 2011

Cerrar las experiencias del ayer...

Cerrar experiencias del ayer es una necesidad de todos los seres humanos. Cuando nos detenemos en un ayer perdido para siempre el costo es un alto sufrimiento y una vida llena de dolor y sin brillo. Los momentos del ayer son aquellos que hoy nos constituyen como personas y requerimos seguir caminando siempre hacia adelante.

Centrarse en lo que estuvo, en lo que fue y hoy ya no está es no poder tomar el momento presente en nuestro día a día y en lo cotidiano de la existencia. Pero aferrarse a una condición pasada implica no poder dar entrada a nuevas experiencias, a nuevas personas, a lugares distintos que esperan ser vividos por nosotros mismos.
Cerrar un ciclo que puede ser amoroso o no, se hace en el silencio, en la distancia, en la reflexión. Si con los sentimientos a flor de piel y con el desgarre que deja el vacío de haber terminado con ese gran amor, con ese trabajo, con ese hijo, en aquél sitio donde vivimos. 

Pero el alma grita: Tenemos que seguir!


Tanto por cerrar, tanto por cambiar y no puede con tanto dolor. Las personas sujetas a experiencias del ayer enfrentan sentimientos de dependencia, dolor, inacción, tristeza constante y permanente y un gran miedo de abrazar la vida en su “ahora”. Quedarse detenidos en el recuerdo, en el anhelo o en la frustración no permite capitalizar las experiencias y enfrentar lo positivo, aquello que esa experiencia nos dejó, aquello que nos marcó de una manera importante y significativa en la vida.

Dar paso y crecer es la tónica, lo único permanente es el cambio. Y si no nos atrevemos a dar el paso, enfrentar los miedos, la culpa, la desolación, la tristeza y el enojo como sentimientos fundamentales de los duelos, las pérdidas y los cambios, nos mantenemos atados a emociones añejas que dañan incluso la salud física y emocional de las personas que también viven junto a nosotros.

Las familias que por alguna razón tienen un integrante que sufrió un revés en su vida y no logra recuperarse, también sufren en silencio y en compañía de esa persona que también aman y desean que se recupere. Hacen todo lo posible para que eso suceda. Pero si la persona en cuestión no quiere o no puede salir de su situación dolorosa es necesario que visite a los especialistas. Existen infinidad de recursos para sanar en este momento de la vida. Se puede acudir a los psicólogos, al médico, a los tanatólogos para que se realice un proceso de acompañamiento y empatía y así la persona quede libre emocionalmente de su dolor e incluso autocompasión.

Todos en la vida hemos tenido situaciones límite y las hemos enfrentado y damos paso a la vida que es lo único viable. No es lo mismo vivir que sobrevivir. Sin embargo, es una elección. Algunas personas prefieren quedarse como están: “que nada cambie para que todo siga igual”.

Lo que significa que no estamos en condiciones de hacer el mínimo esfuerzo de hacer una transformación personal. Por momentos deseamos que todo regrese al mismo lugar, que los demás cambien para que nos sintamos mejor, que no se vayan, que no digan, que no hablen, y así continuar en la vida resistiendo a mejores condiciones de bienestar y calidad emocional.

Una gran cantidad de personas no enfrenta su situación porque tiene miedo a sufrir, pero es una gran contradicción, porque de cualquier manera van por la vida con una cara larga sin dar solución a sus pesares, quereres y malestares. El ser humano es la única criatura en el mundo que se acostumbra con demasiada facilidad al malestar. Prefiere vivir en condiciones adversas a sí mismos y continuar durante toda su existencia en la queja, la pesadumbre, la tristeza y la falta de sentido en su existencia.

No desea recorrer el camino de la liberación emocional, no desean cambiar y lograr despegar en sus vidas. Por el contrario, prefieren pasar y vivir del lado de las víctimas como si el tributo a su sufrimiento fuera a devolverles aquél ayer perdido para siempre. Y para siempre es nunca jamás volverán las mismas condiciones y circunstancias a ponerse en el presente. Lo que pasó quedó allá y nada puede traerlo de regreso.

En últimas fechas una gran cantidad de personas me consulta sobre este tipo de experiencias. No pueden dar un salto y desprenderse, desapegarse de una relación, de un trabajo, de unos amigos, de un cambio de ciudad, se quedan detenidos en el recuerdo, en lo que fue y dejan de valorar lo que sí tienen hoy. Nuevos amigos, libertad, una posibilidad de estudiar. Son una gran cantidad de nuevas circunstancias a las que tenemos y estamos obligados a mirar, si por supuesto, deseamos salir de esta condición dolorosa.

El único problema es que nadie puede hacerlo por nosotros. Tenemos que tomar la responsabilidad de nuestra existencia y emprender un camino de desarrollo personal y autoconocimiento para despegar las alas. La sinceridad y la honestidad son los ingredientes únicos e indispensables, en nuestra intimidad no hay autoengaño, nosotros en lo más profundo de nuestro ser, sabemos, quiénes somos y qué estamos haciendo o no, para continuar en esa autocompasión dolorosa.

En mi libro.”Cerrando ciclos en la vida: un camino hacia la libertad emocional” hablo sobre la importancia de estos ayeres y cómo poder mirarlos de una manera más constructiva y que nos permitan salir de esas experiencias. Claro en ese material se abordan los sentimientos de miedo, culpa, desesperación y parálisis. También tocamos un punto importante sobre la importancia de la autoestima, cuando ésta se ha visto dañada en una ruptura amorosa, o no. La autoestima es el engranaje más importante que nos ayuda a cerrar ciclos, a olvidar el ayer, a tomar el presente y a volar para construir un mejor futuro para nuestra persona.

Solo mediante la mirada interna y la empatía lograremos dar el salto de los duelos, a pesar del miedo, pese a la desolación y al cambio en las condiciones de nuestras vidas. Acostumbrarse a vivir en el dolor no es lo “normal” aún cuando, por momentos, la sociedad alienta el sufrimiento. El dolor es inherente a la vida humana, el sufrimiento es opcional.

No es posible vivir sin tocar los sentimientos y las emociones, somos seres emocionales. Todo en nuestra existencia nos genera un sentimiento y necesitamos reconocerlo y aprender a manejarlos y a sacar el mejor provecho de ellos. Las emociones tan intensas que se viven al estar enfocados en el ayer perturban siempre el hoy y matizan el presente con colores grises y sin matices de bienestar.

Si alguien en tu familia padece de un ayer perdido, es importante que se atienda con los profesionales.
Gracias por leerme, mi misión es la calidad de vida emocional.